1.2.13

* MI NIÑEZ... recordando presencias



Hace tiempo que escribo, siempre fue un desafío para mí, con tanta timidez en el cuerpo, mi niñez era una rebeldía liberadora y audaz decir lo que me venia en ganas... escribiendo.

Aún cuando fui creciendo, no me sonaba la nariz en público por miedo a prenderme fuego... me ponía tan colorada que... pensaban que me iba a descomponer, timidez que paralizaba!!!

Las visitas a la casa de mis abuelos paternos, eran un escenario fantástico para sumergirme en mi propio mundo, aún en el sombrío y frío zaguán... esculturas... cuadros...  caras que... me miraban... yo les espiaba de reojo... a veces... les temía...

La inmensa biblioteca de mis abuelos, me invitó desde muy pequeña, a mirar los colores de sus portadas y me llamaba la atención el filete dorado de sus páginas, así es, que con mucho cuidado... los iba sacando uno a uno; con movimientos suaves, acariciaba cada hoja como descubriendo un tesoro, sus hojas transparentes de una colección completa de escritores como Becquer, Walt Whitman... y de tantos otros, me perdía en el infinito de sus palabras... ocho años, ellos me habían descubierto... y yo, en silencio.

Zambullirme en uno de los inmensos sillones de cuero bordó, agrietados y con rayones muy visibles... producto de hacer de ellos toboganes divertidísimos, con mis hermanos y primos, cuando nos levantaban de la mesa por que las conversaciones no eran para chicos...

Recuerdo que bebíamos en copas azules... talladas... y mi abuelo, como en un gran acto de magia... preparaba soda, siiii soda mágica!!!
A pedido de mi abuela, pasaba por la farmacia y compraba un sobre con un polvo, que en contacto con el agua, en el botellón de cristal... se convertía mágicamente en SODA!!!
Aún hoy recuerdo como estábamos mis hermanos y yo, agarrados del borde de la mesa, con nuestras narices apoyadas en el mantel viendo a mi abuelo deslizar una lluvia brillante en la boca de la jarra, batiéndola luego con una cuchara larguísima y fina, esperando ansiosos a que se diluya para poder probarla.

Hoy a mis 52 años...creía olvidada gran parte de mi existencia... esos detalles descubiertos... me hacen sentir una profunda alegría, descubrir alegrías... que creía olvidadas... alegrías que creí ausentes...  ausencias que recuperé recordando presencias.
                                                                ¡¡¡Gracias abuelos... Gracias viejos!!!
                                                                                        Por Angie García

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